martes, 10 de marzo de 2009

AGUA

Está bien que se habla que somos primos muy lejanos del Celacanto, (entiéndase pez con características prehistóricas, provisto de aletas gruesas como una suerte de muñones; los que, en su momento, les sirvieron para desplazarse en tierra, en superficie; especie de “patas” fuertes de una sola pieza, sin articulaciones y terminadas en aletas. (De allí su clasificación dentro de la familia de los anfibios.)
Claro que este celacanto de grandes dimensiones y coloración oscura como una exquisita talla de piedra laja, tuvo que buscar otro hábitat. Hoy se resguardan.
Los pocos ejemplares que existen, están en las grandes profundidades en la zona de las islas Comores. Sucedió, no hace mucho, que unos buzos, encontraron uno de estos ejemplares nadando a cierta respetable profundidad y lo llevaron a superficie; lo que parece no tuvieron la delicadeza de contemplar que ese ejemplar ya estaba adaptado a una nueva profundidad, (cosa que pudieron, eso sí, observar), por un lado, su arcaica belleza, y por el otro, como moría.
Está comprobado que cada especie se va adaptando a los cambios que se presentan en este planeta. Por qué el humano no trata de hacer lo mismo...?
El feto humano, a medida que se va desarrollando; va pasando, de un estado a otro, a tener características físicas de una serie de animales conocidos, (quien guste profundizar sobre el tema, trate de buscar algún tratado de genética y evolución de un feto humano.)
Es como si la memoria genética va siguiendo una secuencia con una lógica interna y que el feto se detiene en cierto punto, (de acuerdo a los patrones a seguir), y, una vez definido el total de la característica general de su especie, se avoca al desarrollo que necesita ese feto para completar su ciclo de crecimiento interno, para aparecer en “escena” con todas las particularidades de sus progenitores, quienes aportaron de la memoria de sus genes para no desviar su raza; aunque, a veces, se pueden comprobar unas “mezclas” medio raras que bueno, bueno.
Es de observar que cualquier raza trata siempre de mantener las características de “su” raza. Es digno de admiración lo selectivos que son a la hora de engendrar a sus crías. No podemos decir lo mismo con los humanos. Según el tipo de raza a la que pertenezca y sus características, conservan, unas veces más, otras menos, su pureza.
Algo está ocurriendo en la naturaleza humana, que va más allá de toda razón. Esta gestándose una selección dentro de la Naturaleza misma. Con los cambios generales que se están presentando en la situación actual en el planeta, parece que prevalecerán aquellas razas que resulten más fuertes y adaptables.
Al humano puede gustarle el agua, o no; pero no debe olvidar que, cuando nació, no salió renacuajo.
Acaso tiene agallas... ? Tiene branquias...? Sus manos y pies, tienen membranas entre los dedos...? Es un pato...? Nació de un huevo...?
Está su piel adaptada para estar mucho tiempo en contacto con el agua...?
Se diría que no. Sino, qué pasa con quienes toman prolongados baños de inmersión, bien se ve que una pasa de uva es una delicia en textura en comparación con el aspecto de la piel.
Como se verá, poco a poco, se van sumando distintos puntos dignos de tener en cuenta en lo que respecta al humano con respecto al agua.
El individuo, en su condición que le toca por vivir, (en este caso disponer de un cuerpo humano), hace pensar mucho en que debe adaptarse a sus características. El individuo podrá nadar; se gestó en un medio líquido, ese que le dió una estabilidad, una protección; el disponer de un “parlante”, un medio suave que le hacía conocer de las cosas externas; sensaciones y emociones, que en un futuro, tendrá un mayor contacto físico.
No hay que olvidar que disponemos de un aproximado setenta por ciento de líquidos entre fluidos, sangre, etc.; estamos regidos por las fases lunares, (como influye en las mareas); la influencia que recibimos de las cargas magnéticas de la atmósfera. El equilibrio que debemos mantener en nuestra presión sanguínea. El porcentaje de humedad del medio ambiente en que nos movemos; el lugar donde nacemos y cómo nos hemos adaptado a la actividad que realizamos, la perdida de líquido que tenemos y CÓMO NOS PREOCUPAMOS POR REPONERLA.



Adriana A. Grossi


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