sábado, 23 de marzo de 2013

SE DEBERÍA INSTRUIR AL INSTRUCTOR PARA PODER "INTERPRETAR" AL ALUMNO




¿Qué es un alumno?.


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Los alumnos son aquellos que aprenden de otras personas. Etimológicamente, alumno es una palabra que viene del latín alumnus, participio pasivo del verbo alere, que significa ‘alimentar’ o ‘alimentarse’ y también ‘sostener’, ‘mantener’, ‘promover’, ‘incrementar’, ‘fortalecer’. Se dice de cualquier persona respecto del que la educó y crió desde su niñez, aunque uno puede ser alumno de otra persona más joven. De hecho, al alumno se le puede generalizar como estudiante o también como aprendiz. También es alumno el discípulo respecto de su maestro, de la materia que aprende o de la escuela, colegio o universidad donde estudia. El estudiante es un alumno".

 

Pues bien, tenemos que dar una clase, nos asignan un aula. Ingresamos y... Nos encontramos con un grupo de personas, sentaditas esperando su clase.

La primera situación es cómo ingresamos al aula, cómo nos presentamos y qué introducción ofrecemos sobre lo que se va a tratar.

Tenemos un plan de estudio que hay que desarrollar en un período de tiempo establecido y del cual se espera un buen resultado.

Ahora, crucémonos de "vereda".

¿Qué captamos de ese grupo de personas?.

Esperamos que se nos preste atención pero... ¿Prestamos atención a ese entorno y realmente captamos su atención?.

¿Tratamos sólo de informarles o... Les "invitamos" a que se vayan "enamorando" despacito de ese tema, aunque sea "tedioso", y les llevamos de la mano para que se lleguen a "enamorar"?.

Todo tema a tratar, puede ser, tal vez, "desconocido", o tedioso o largo; pero, es instrucción y, toda instrucción, es un nuevo tesoro que el alumno, aunque no se de cuenta al principio, o no le guste y demás... ese tesoro nuevo de instrucción, es una "herramienta" para aplicar en su futuro. Y, si ese alumno lo comprende... Aprende!.

... Todo sirve; y, tarde o temprano, todo se aplica.

Importante es el "modo" en que impartimos una instrucción, las ganas que ponemos en que esa instrucción deje su "huella" y que los resultados sean cálidamente óptimos.

El mejor modo es, a medida que se van desarrollando las clases posteriores, "acercarse" sutilmente a esos alumnos por medio de la observación.

La postura de sus cuerpos, que dicen mucho de lo que realmente son cada uno de ellos.

Identificar qué puntos son los que más le llaman la atención y hasta qué punto.

Tratar de "nivelar" el grado de comprensión y atención de los presentes para que ninguno quede "rezagado" y, luego, tenga dificultades en su aprendizaje.

Ir más allá de sus aspectos internos, aprender a saber captar qué es lo que realmente están necesitando. Cuáles son sus puntos "fuertes" y cuáles no para equilibrarlos en su aprendizaje.

Saber "escuchar" lo que expresan, cómo se expresan y qué grado de confianza y comunicación tienen con quien instruye, con su entorno y... "consigo" mismos.

Si se capta alguna incomodidad, estudiar el modo de que se transforme en armonía.

Captar si les está pasando algo, tal vez, una preocupación. Si una persona está en ese estado, nuestra instrucción no valdrá de gran cosa.



Instruir, para mí, es amar, pero sólo puedo aplicarlo si logro que ese alumno se "abra" a mí para que la comunicación sea agradable, confiada y armónica.

ADRIANA GROSSI

23/03/13

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